Pepito, venía con el nombre y con la casa.
Tuvo mala pata y hubo que cortarle una.
No sabemos en realidad que le pasó; desapareció varios días y le encontramos en una conejera esperando agotar no sabemos cual de sus siete vidas; tenía mala pinta,y no quedó otro remedio que cortar literalmente por lo sano.
Hoy en día, no puede subirse a los árboles y nosotros somos ahora su cuarta pata para rascarse donde no se llega; pese a todo creemos que tiene una vida plena: caza, se va de pingo y holgazanea todo lo que puede. Ya os tendremos al día de las andanzas y correrías de este michino de ojos color hierba.
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