Al atardecer me llamó la atención que un pájaro se metiese dentro de la farola, así que me acerqué a indagar.
La sombra proyectada por su cuerpecillo le delataba.
No parece del todo un mal sitio para pasar la noche calentito y seguro, ahora sí, que alguien apague la luz, aunque quizás le baste con cerrar los ojos.
Noche tras noche, veo su sombra de regreso a casa, en esta época debería andar ya emparejado, pero será que en esto del descanso es mejor sin compañía.
La luz eléctrica que ilumina las antaño oscuras noches de las ciudades, lo que se conoce como contaminación lumínica, ha cambiado el comportamiento de muchos seres. Las farolas mantienen activo al petirrojo a las tantas de la madrugada buscando comida, la garza aprovecha la luz proyectada sobre las aguas del río para la pesca nocturna, los gansos y otras aves migratorias las utilizan en su orientación y a veces desorientación, ya que se ven atraídas hacía las luces de los aerogeneradores que se convierten en trampas mortales.
Sin comentarios en "EL CARBONERO DE LA FAROLA (abril 2010)"